Este artículo se publicó originalmente en febrero de 2022 como parte de un proyecto para celebrar el legado y valiosa aportación de los deportistas afro latinos con motivo del Mes de la Historia Afroamericana. Hoy, lo volvemos a publicar siguiendo el mismo propósito.
A través de la historia Puerto Rico ha sido cuna de grandes deportistas desde el fenecido pelotero Roberto Clemente hasta el boxeador Félix “Tito” Trinidad, y una de las figuras más recientes en captar la atención mundial es la campeona olímpica Jasmine Camacho-Quinn.
La especialista de los 100 metros con valla conquistó durante los pasados Juegos Olímpicos de Tokio la segunda medalla de oro en la historia de la pequeña isla caribeña coronando así un inolvidable 2021 y un sueño que comenzó desde niña.
Camacho-Quinn, quien nació el 21 de agosto 1996 en Carolina del Sur, Estados Unidos, desde pequeña practicó la gimnasia, baloncesto y atletismo impulsada por su madre puertorriqueña María Milagros Camacho, quien fue corredora y saltadora de longitud, y su padre James Quinn, quien también fue vallista.
Fue en el atletismo que la joven descolló en escuela secundaria y luego en la Universidad de Kentucky (2016-2018) siendo campeona nacional en dos ocasiones en los 100 metros con vallas (2016 y 2018) y el relevo 4x100m (2017), además de seis veces campeona en la conferencia del SEC.
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En el 2016, Camacho-Quinn a sus 19 años se encontró en la encrucijada de representar internacionalmente a Estados Unidos o Puerto Rico, y optó hacerlo por la isla para honrar así a su madre y sus raíces puertorriqueñas.
“Cuando comencé en el atletismo desconocía las reglas; no sabía que podía representar a Puerto Rico. Luego supe que sí podía, que por mi madre podía representar a Puerto Rico. Por mi talento pude haber formado parte del equipo de Estados Unidos. No tengo dudas, pero decidí representar esa parte de mí (puertorriqueña). Mi mamá no pudo representar a Puerto Rico y quería que yo sí pudiera. Verle la cara de felicidad de que represento a Puerto Rico es lo mejor”, recordó la atleta durante una entrevista en Tokio con el diario El Nuevo Día.
Y así se encontró representando la “monoestrellada” en los Juegos Olímpicos de Rio 2016 en la cual vivió una amarga experiencia. En un abarrotado estadio Olímpico de Río de Janeiro, sus sueños terminaron de forma abrupta en las semifinales. Camacho-Quinn saltó las primeras siete vallas sin problemas, pero derribó la octava y luego las siguientes para quedar descalificada en la prueba.
La imagen de la corredora llorando al derribar la décima valla y posteriormente de rodillas en la pista entre lágrimas recorrió el mundo. En cuestión de segundos su sueño de subir al podio se desvaneció.
Después de la frustrante experiencia en Río, tuvo que lidiar también con lesiones que obstaculizaron su participación con la delegación de Puerto Rico. Se perdió los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquillas 2018 por una lesión en una de sus rodillas y tampoco pudo asistir a los Juegos Panamericanos de Lima 2019.
Sin embargo, cinco años después -una más que los usuales cuatro años entre Juegos Olímpicos debido a la posposición del evento el año pasado debido a la pandemia- llegó la oportunidad de redención en Tokio.
Camacho-Quinn llegó a la justa olímpica en su mejor momento luego de ganar 12 de sus últimas 13 carreras, varias de las pruebas siendo en la prestigiosa Liga Diamante, entre otras competencias importantes. Y la boricua no defraudó.
Un día después que dejó en el olvido el récord olímpico de las 100 con vallas que pertenecía a la australiana Sally Peterson (12.35) al registrar 12.26 en el tercer “heat” de la semifinal, escribió su nombre en la historia al llevarse el oro con tiempo 12.37.
Fue apenas la segunda presea dorada de Puerto Rico en una justa olímpica luego que la tenista Mónica Puig conquistó la primera en Rio 2016.
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La velocista le dedicó su triunfo a la isla y su familia, que celebró de forma emocionada la victoria en un restaurante en Sumerville, Carolina del Sur, ya que no pudieron estar en Tokio debido al cierre de los Juegos al público debido a la pandemia del Covid’19.
“Estoy segura de que todos están muy contentos. Para un país tan pequeño, esto le da esperanza a la gente y me alegra que yo haya sido quien lo haya hecho, estoy muy feliz”, declaró Camacho-Quinn entre lágrimas.
Las imágenes de la deportista feliz y arropada en la bandera puertorriqueña poniéndola en alto en la pista olímpica recorrieron el mundo. Cuando subió a lo más alto del podio para recibir su presea dorada, lo hizo con una flor de maga -la flor nacional de Puerto Rico- adornando su cabello y escuchó “La Borinqueña” entre lágrimas.
En Rio 2016, sus lágrimas fueron de dolor, frustración y decepción, pero cinco años después, fueron de felicidad por una medalla de oro que la ayudó a sepultar por siempre los fantasmas y poner nuevamente a Puerto Rico en el mapa olímpico.
“Toma un tiempo de convencerme de que acabo de ganar una medalla con mi esfuerzo. Es historia, realmente. Algo grande. Y cuando agarré la bandera dije: ‘Ésta soy yo, representando (a mi país)’. La sensación es inexplicable”, explicó la nueva reina olímpica.
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